I
Mientras llueve, por supuesto, salir y caminar sin rumbo alguno. Y observar que aquel desconocido que camina hacia uno lo mira ininterrumpidamente, hasta que lo toma de las manos y le susurra, despacio, por supuesto: “Al fin lo he encontrado, al fin”. Luego de un microsegundo (insignificante, por supuesto, si se lo compara con ese ser con el cual comparte las manos ahora), darse cuenta de que es tiempo de ir a la disquería más cercana, mirarse un buen rato con la persona ( que ha compartido tiempos intangibles con uno, tiempos de antes, en que uno no era uno, y lo sabe, antes era todo fingido, no era real, ahora es real, más que cualquier realidad que pueda alguien contarle), a la vez que amar como nunca se lo ha hecho y como nunca se lo hará, por supuesto. Mirar el reloj, entonces, y sin apuro pero comprendiendo que eso ha sido todo, y con inexplicable sensación de felicidad pura, carente de nostalgia alguna, despedir a ese ser que así como fatalmente ha hecho intersección con uno, ahora se va.
II
Volver, por supuesto, a la casa, sentarse en un confortable sillón y encender el fuego, el televisor, en donde por supuesto, pasan una película bonita. Ahora sí, cuando ya está uno sentado y apropincuado, con un té en la mano, y a punto de olvidar lo que ha sido el suceso más importante de su vida (el que acaba de ocurrir dans la rue), reírse suavemente, por supuesto, de uno mismo, y de las vueltas que la vida sabe dar.
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